Con sentimientos de júbilo y nostalgia concluyó la Guelaguetza 2023 en su edición vespertina, en un auditorio abarrotado por miles de personas que disfrutaron la presentación de 16 delegaciones que mostraron con orgullo y alegría lo mejor de sus culturas, tradiciones, costumbres y fiestas.
Los pueblos de Oaxaca se hermanaron en un profundo abrazo espiritual para gritar a todo pulmón ¡Que viva Oaxaca! ¡Que viva la Guelaguetza!
En espera del próximo año, regresan a sus playas, a sus ríos, a sus montañas gigantescas, a los desérticos paisajes, a la exuberancia de sus costas. Se llevan el corazón lleno de alegría, como las miles de personas locales, nacionales e internacionales que presenciaron sus deslumbrantes bailes y danzas.
La fiesta inició con la bienvenida de la Diosa Centéotl, Leticia Santiago Guzmán, seguida de la mayordomía del Señor de Tlacolula, festividad de este pueblo zapoteco milenario. Esta fiesta empieza con la elección de los mayordomos, que se preparan por largo tiempo para la gran fiesta que inicia con una misa, y luego con la calenda, con banda de música tradicional, cuetes, marmotas, mujeres ataviadas con vestidos tradicionales y canastas adornadas de flores.
Con el Jarabe del Valle bailaron con sus faldas de lana en color rojo intenso hechas en telar de cintura, sus blusas blancas adornadas con joyas de filigrana oaxaqueña y sus canastas adornadas cruces de flores blancas. Los hombres vestidos de manta y huaraches de fiesta, sombreros y sarapes de lana.
Triquis de San Juan Copala bailan por primera vez en la Guelaguetza
Los triquis de San Juan Copala ofrecieron al público La calandria, El colibrí y La tortolita. Las mujeres triquis con sus hermosos huipiles tejidos en telar de cintura, bailaron para recordarnos que en su cultura creen que los animales pertenecen a distintos seres sobrenaturales. Los animales benéficos a la gente, por ejemplo, los perros, los pollos, los pájaros y los venados, pertenecen a Dios.
Los animales dañinos, por ejemplo, las víboras, los alacranes, las arañas ponzoñosas y los escorpiones, pertenecen al diablo.
Los zapotecas de Ciudad Ixtepec presentaron el Emporio Jeromeño. Representantes de un pueblo cosmopolita, con influencias de diversas culturas por la llegada de iraquíes, árabes, libaneses, españoles, franceses, japoneses e incluso rusos, que se asentaron en el lugar. Las mujeres lucieron sus soberbios y hermosos trajes de gala, bordados con flores de gran colorido sobre terciopelo negro y coronadas por el resplandor de encaje blanco, luciendo enormes joyas de oro con monedas y filigrana oaxaqueña.
De los Valles Centrales llegó la delegación de Miahuatlán de Porfirio Díaz con sus sones, jarabes y el Fandango Miahuateco. La música de Miahuatlán es antigua, popular y anónima, transmitida de generación en generación en forma lírica y oral.
La versión de los sones fue recopilada y realizada por el maestro Ranulfo Vera Ruiz, que contiene sones famosos que datan de épocas anteriores a la Revolución Mexicana.
Y luego llegaron los de Ejutla de Crespo con su Jarabe Ejuteco, que arrancaron las ovaciones del público con sus giros y versos; después las y los mixtecos de la Villa de Tututepec de Melchor Ocampo presentaron Mayordomía y su Fandango de varitas, seguidos de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco con sus sones y jarabes que se bailaban en las mayordomías principales y que reflejan la esencia del pueblo, sus costumbres y tradiciones. Esta delegación se presentó por primera vez en las Fiestas de la Guelaguetza en los años 50, pero fue hasta 1992 que retomaron su participación y continúan.
San Francisco Ixhuatán del Istmo de Tehuantepec presentó Ixhuatán Canta, con los fabulosos trajes de gala de sus mujeres bailando cadenciosamente, entre ellas La Sandunga. Luego se presentó Teotitlán del Valle con la Danza de la Pluma, cuyo vestuario corresponde a las estrategias de evangelización indígena.
El penacho es una alegoría de los ornamentos sacramentales que, en el rito católico, hecho sobre una base de hojalata denominada corona con grabados jeroglíficos, sobre la cual montan un armazón de carrizo en la que fijan plumas de colores formando un semicírculo, adornadas con listones prendidos con espejos grandes, enmarcados en hojalata. Para sujetarlo a la cabeza utilizan una cinta tejida en telar de cintura llamada barbiquejo. El rango que el danzante representa, Moctezuma, teotiles, capitanes, reyes, se identifica por las características del penacho.
De Huajuapan de León llegó el Jarabe Mixteco que arrancó las ovaciones en el Cerro del Fortín con sus vistosos giros de las enormes faldas de intensos colores de las mujeres que parecen flotar en el aire. Y de Pochutla se presentaron las mujeres morenas y sensuales con sus sones y faldas de gran colorido, sus versos picarescos y sus largas trenzas amarradas con listones.
San Francisco Sola compartió sus chilenas y el Jarabe de la rosa, seguidos de los zapotecas de San Pablo Macuiltianguis con el Torito Serrano, el cual se practica desde las postrimerías de la época colonial. El baile simula una “corrida de toros” en la que el hombre desempeña el papel de un torero, en tanto que la mujer la ferocidad indómita de un toro salvaje.
La fabulosa coreografía de Flor de Piña de la delegación de Tuxtepec se llevó las ovaciones de admiración ante el colorido y belleza de los huipiles de la región del Papaloapan y de las jóvenes bailarinas que hicieron gala de coordinación bailando descalzas con la piña.
Pinotepa Nacional presentó sones, chilenas y juegos, con la picardía natural de las sensuales morenas que deslumbraron con sus amplias faldas de colores, y la gran fiesta concluyó con la participación de las Chinas Oaxaqueñas con su Jarabe del Valle, monos de calenda, marmotas y canastas adornadas con flores y juegos pirotécnicos.
La gran fiesta de los pueblos de Oaxaca concluyó con saldo blanco, con una enorme alegría en los corazones y una gran nostalgia, la de extrañar a los hermanos que regresan a sus pueblos.